Nancy, la cholita cajera que venció la discriminación
Han pasado tres años y todavía no puede creerlo. Nancy Romero es la primera mujer de pollera que atiende al público al frente de una de las cajas del fondo financiero privado (FFP) Prodem, y desde que se animó a estudiar y aceptar el desafío, ha vencido la discriminación que todavía persiste en la sociedad boliviana.
Corría el año 2005 cuando empezó a trabajar como mensajera en una de las agencias de esta institución financiera en la población de Batallas, al oeste del departamento de La Paz.
Al año siguiente llegó a otra sucursal, en Chulumani, con la misma responsabilidad, hasta que seis meses más tarde sus jefes le dijeron que había llegado el momento de cambiar.
Tenía que hacerse cargo de una de las cajas y atender al público. Su facilidad de hablar aymara y español le abrió las puertas para ascender de cargo.
La joven, en su calidad de intérprete, había ayudado a las personas de su comunidad que no hablan español a comprender el mundo financiero.
Y un año más tarde llegó el cambio definitivo: una de las cajas de la agencia Prodem de la avenida Camacho la esperaba.
Así ingresó con más fuerza en el trabajo diario de la agencia, justo en el corazón financiero de La Paz. Al principio, un mundo extraño para ella, pues mientras empezaba a expresarse con más soltura en castellano, debía al mismo tiempo lidiar con la atención de los giros bancarios, los créditos, las cajas de ahorro, los depósitos a plazo fijo, el pago de impuestos, los cambios de moneda, los servicios de cobranza, la emisión de las boletas de garantía y el carácter de la gente.
Tuvo la suerte de contar con el apoyo de sus compañeros de trabajo y la confianza de sus jefes.
Su sencillez y valentía congénitas le ayudaron, en muchos casos, a comprender en silencio por qué a veces la gente es torpe y egoísta.
Lo supo con mucha amargura el día en que se equivocó al registrar un depósito de 700 bolivianos. Lo convirtió, sin darse cuenta, en 700 dólares. Aquella mañana gris, sintió que su mundo se rompía en mil pedazos.
Sus lágrimas no fueron suficientes para reponerse de la pena. Inútil también tratar de convencer al cliente de que admitiera el error, por el que hasta el día de hoy paga de su sueldo.
Así, la primera pelea que Nancy Romero tuvo que ganarle a la vida fue convencerse de que es capaz de mirar adelante, aun cuando se haya sentido derrotada. No fue fácil, desde luego.
Estudió “de ocultas”
Nancy Romero nació hace 22 años en Anko Amaya, un pueblito que se encuentra cerca del lago Titicaca. El nombre de esta comunidad quiere decir en aymara “Alma blanca”, y pretende explicar la muerte de algunos sacerdotes que habían ido allá a evangelizar hace mucho tiempo.
“A los muertos en mi pueblo les decimos amaya”, dice.
Su padre, don Andrés Humérez, agricultor hasta el último de sus días, se fue de este mundo con la idea de que la joven Nancy no era su hija. Por esa razón, ella no pudo estudiar a la edad en que le correspondía.
Si salió adelante fue gracias al sacrifico de su madre, la señora Paola Romero, quien hasta de ocultas le regalaba dinero para los estudios.
“Sabía escoger las papas más grandes de la chacra de mi mamá y las vendía en el mercado. Con esa plata he estudiado computación”, recuerda.
Luego de salir bachiller, aprendió dactilografía. Ahora, al salir del trabajo, estudia contabilidad.
Gracias a la colaboración de sus compañeros se interioriza aún más en el mundo de las finanzas. Se ha comprado también algunos libros de lenguaje para aprender ortografía y redacción.
Quiere ser auditora. Y no descarta, con el paso del tiempo, conseguir la licenciatura en otra carrera más.
“Todo se lo debo a mi madre”, dice. Y, como buena hija, Nancy Romero siente la inequívoca misión de devolverle todas las atenciones de las que ha sido objeto en los últimos 22 años.
La joven tiene siete hermanos; tres varones y cuatro mujeres. Se siente feliz de contar todavía con su madre, con quien sólo habla en aymara. “Todos los fines de semana estoy con mi madre y mis hermanos”.
Pero ahora ha recibido la noticia de que va a regresar a la agencia Prodem de Achacachi. Eso la hace más feliz, porque sabe que estará más cerca de su familia.
Y se acaba de enterar también de que no es la única mujer de pollera al frente de una caja registradora: la señora Virginia Quispe atiende al público en Batallas.
“Espero que más mujeres puedan conseguir trabajos de esta clase. Hay que aprovechar todas las oportunidades que la vida nos da. Pero cuesta mucho que te tomen en cuenta. Es que todavía la gente discrimina. Y eso, a veces, duele”.
“Nancy es muy capaz”
Para el gerente de Marketing de Prodem, Carlos Chumacero, “Nancy Romero ha demostrado ser una persona muy capaz y por eso se le dio la oportunidad de crecer con nosotros”.
El ejecutivo dice que Prodem, como cualquier otra institución, apuesta por la capacidad de las personas. De las 150 oficinas que la entidad tiene en el país, el 60 por ciento se encuentra en el área rural.
Nancy Romero y su compañera de trabajo Virginia Quispe son el vivo ejemplo de que las mujeres de pollera pueden también aportar al desarrollo y crecimiento de la sociedad boliviana.
Publicado en: http://www.laprensa.com.bo/sabatino/21-06-08/21_06_08_edicion1.php
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